El dilema del periodismo frente a Trump

Washington, DC — Ha pasado más de una semana y Donald Trump no ha sido ni detenido ni acusado. Puede que lo vaya a ser en los próximos días, pero la noticia no se ha producido todavía, y sin embargo, aquí estamos, hablando de él.

En una publicación en las redes sociales, Trump, refiriéndose a sí mismo, dijo que “el principal candidato republicano y expresidente de los Estados Unidos será arrestado el martes de la próxima semana”, aunque no dijo por qué esperaba ser arrestado y su equipo dijo después de la publicación que no había recibido ninguna notificación de los fiscales. Y pasó el martes y no pasó nada. Pero él logró lo que logra siempre: que su nombre sea noticia, que esté en boca de los periodistas, en los titulares de prensa, en las tertulias de análisis político, para ser él el que marque la agenda y no otro. Lo ha hecho siempre, desde que lanzó su campaña para la presidencia, y lo siguen haciendo con éxito (aunque cada vez menor). Sigue leyendo

El único responsable de la guerra en Ucrania es Putin

Washington, DC — Hoy se cumplió un año desde que Rusia comenzara la invasión a Ucrania. Ese 24 de febrero de 2022, el mundo despertó incrédulo al ver la entrada de tanques en un país soberano de Europa. Volvía la guerra al Viejo Continente tras décadas de paz. El balance es devastador, con decenas de miles de muertos, millones de refugiados y desplazados internos, ciudades bombardeadas y destruidas y una economía muy golpeada. Fuentes occidentales aseguran que unos 180.000 soldados rusos han muerto o han resultado heridos, y otros 100.000 militares en el bando ucraniano. Otras fuentes hablan de 150.000 bajas en cada bando. En comparación, durante la guerra de Afganistán (1979-1989), la entonces Unión Soviética perdió 15.000 soldados. La invasión fue descrita ese mes de febrero por el presidente ruso, Vladimir Putin, como una «operación militar especial» que tenía que durar pocos días, y cuyo objetivo era la «desmilitarización y desnazificación de Ucrania», así como «llevar ante los tribunales a quienes cometieron diversos crímenes sangrientos contra civiles, incluidos algunos ciudadanos de la Federación Rusa. Nuestros planes no incluyen la ocupación del territorio ucraniano», concluyó esa fatídica jornada.

Un año después, el fracaso de su guerra es evidente y este miércoles, en un intento por lavarse la cara ante el desastre de la guerra, Putin, en un discurso frente a las dos cámaras del Parlamento ruso, responsabilizó a «las élites occidentales y, por supuesto, al actual del régimen de Kiev» de la guerra, su escalada y el número de víctimas. Además, Putin insistió en su obsesión, la que parece guiar parte de las decisiones que han marcado los últimos años de su presidencial: dijo que Occidente quiere «acabar» con Rusia «de una vez y para siempre».

Putin se engaña, engaña a los suyos e intenta engañarnos a todos. No, la guerra no la comenzó ni Occidente ni sus élites. Nada justifica una guerra si no se ha sufrido primero una agresión militar, y Rusia no fue atacada. Es conocido que a Putin no le gustaba ni el gobierno de Kiev, ni las intenciones de Volodimir Zelensky de acercarse a la Unión Europea o a la OTAN. Pero esa intención no justificaba comenzar una invasión y, mucho menos, que en el marco de esa invasión se estén cometiendo crímenes de guerra contra población civil. Naciones Unidas cifró este martes en más de 8.000 el número de civiles muertos desde el inicio de la agresión, y cerca de 13.300 civiles heridos a causa de las hostilidades.

Acabar con Rusia

Putin cree que Occidente quiere acabar «de una vez y para siempre» con Rusia. Eso, tampoco es cierto. Desde la caída del muro de Berlín y la desintegración de la Unión Soviética, Occidente le extendió la mano a Rusia abriendo incluso la puerta a su incorporación a la OTAN. Fue la deriva de Putin, sus atrocidades en las guerras de Chechenia y la persecución a la prensa libre como el ejemplo más evidente del retroceso de la democracia en Rusia, lo que llevaron a un periodo de enfriamiento de esas relaciones entre Occidente y la potencia nuclear, relaciones que terminaron rompiéndose en 2014 con la anexión ilegal de la península ucraniana de Crimea. En esos años anteriores, Rusia llegó a formar parte del G8 (desde 1997), y tras esa anexión, fue suspendida del grupo que pasó a llamarse G7. A partir de ahí todo se precipitó. Fue Putin quien abandonó las ideas de la integración europea y la democracia occidental, para abrazar lo que describió como el movimiento de Eurasia y comenzar a forjar lo que los expertos llaman el Putinismo que define sus decisiones y su comportamiento político en torno a su figura autoritaria que no respeta la democracia ni la separación de poderes, y que busca intencionadamente competir con los ideales occidentales y europeos propugnados por muchos países de la OTAN.

En su discurso del martes, Putin sí acertó en algo. Dijo que Occidente quiere asestar a Rusia en Ucrania una «derrota estratégica». Es cierto. La alianza de países occidentales que hoy apoyan a Kiev sí quieren esa derrota, no para acabar con Rusia –como él cree e intenta hacer creer a los suyos–, sino para poner límites al expansionismo nacionalista que él encarna y que supone una amenaza para nuestras libertades y el orden internacional.

Estados Unidos: el coste de la elección de Kevin McCarthy

Washington, DC — Ha sido un inicio de año político de alta tensión en Estados Unidos. Algo que no se veía en décadas. El partido con mayoría en la Cámara de Representantes, el Partido Republicano, ha mostrado la profunda división que enfrenta en sus filas. Hasta quince votaciones fueron necesarias para que Kevin McCarthy, un diputado por el estado de California, se fuera elegido presidente de la Cámara. Días de bloqueo, de pugnas internas, de discusiones públicas en la misma Cámara entre McCarthy y republicanos ultras que preferían el bloqueo y la división. Ese grupo de radicales son pocos; unos veinte en un partido que en las últimas elecciones consiguió 222 escaños de los 435, una mayoría exigua pero mayoría al fin y al cabo. Sigue leyendo

Trump no es el candidato que ganó en 2016

Washington, DC — Donald Trump busca de nuevo ser presidente de Estados Unidos. Está en campaña desde hace meses (¿dejó alguna vez de estarlo?); y, formalmente, desde hace unas semanas cuando confirmó lo esperable: «para hacer que Estados Unidos vuelva a ser grande y glorioso, esta noche anuncio mi candidatura a la presidencia », dijo el 15 de noviembre a una multitud reunida en Mar-a-Lago, su propiedad frente al mar en Florida, donde tendrá su sede la campaña. Si lo logra, se convertiría en el segundo comandante en jefe elegido para dos mandatos no consecutivos. Trump, primero, deberá ganar la nominación presidencial republicana y luego las elecciones en 2024 — un camino que no será fácil. Sigue leyendo

8N EEUU: está en juego la democracia

Washington, DC. — Estados Unidos vota este martes en las elecciones de medio periodo. Son unos comicios en los que se renueva la Cámara de Representantes, un tercio del senado, 36 gobernadores y un sin fin de iniciativas y posiciones locales. Y son unas elecciones a las que el país llega polarizado y con una amplia mayoría bipartidista de estadounidenses que temen que pueda producirse violencia por motivos políticos.

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EEUU: en la política, los extremos se tocan

Washington, DC. — Los extremos se tocan. Esta descripción es aplicable a varias situaciones en la vida, pero, en política, la primera vez que recuerdo haberla oído fue cuando un analista la usó en 2016 para explicar cómo, miles de seguidores que cautivó el senador Bernie Sanders en las primarias Demócratas que lo enfrentó a Hillary Clinton, acabaron apoyando, en las elecciones de noviembre, a Donald Trump, el aspirante republicano que acabó derrotando a la ex secretaria de Estado. Pasó particularmente entre miles de estadounidenses de clase media trabajadora, poco educada, en los estados del Cinturón del Óxido que habían sufrido en carne propia la transformación económica y las deslocalizaciones. Muchos perdieron sus trabajos, y por su escasa formación, tuvieron problemas para encontrar nuevos empleos; y los que lo lograron, lo hicieron con contratos muy precarios. Culpaban a Obama –y, por ende, a los demócratas de Hillary Clinton– de lo que les sucedía. Sanders, como Trump, conectó entonces con las frustraciones de esos miles de trabajadores. Aun siendo tan distantes en sus propuestas políticas, Sanders y Trump, paradójicamente, consiguieron convencer a la misma audiencia. Los extremos se tocaban. Sigue leyendo

El problema del plástico, aunque sea reciclable: no reciclamos

Washington, DC. — En las últimas décadas, el mundo ha cambiado su modelo de consumo. Todo es más global, más rápido, más intenso y el coste se prioriza sobre cualquier cosa. Tenemos más productos al alcance, mejor nivel de vida que generaciones anteriores y más poder adquisitivo. Consumimos más, aunque no lo necesitemos. Y eso tiene consecuencias porque el modelo está pensado no sólo para que no dejemos de consumir sino para que consumamos más: generamos toneladas de desechos que el sistema no es capaz de procesar. Sigue leyendo

Francia: la sombra del Kremlin sobre los presidenciables

Washington, DC. — Francia votó ayer en las presidenciales, la primera vuelta de un sistema en el que, si ningún candidato consigue el 50 por ciento de los sufragios, los dos más votados se enfrentarán en una segunda votación. En este caso, el 24 de abril.

El resultado de ayer, como en las últimas elecciones y como pronosticaron los sondeos, deja la elección entre el actual presidente que busca su reelección, Emmanuel Macron, de La République en Marche, y la líder de la ultraderecha francesa, Marine Le Pen, de Rassemblement National.

Los franceses ayer eligieron en un contexto de polarización marcado fundamentalmente por dos temas, la pandemia —que es común a la mayoría de elecciones del mundo hoy— y la guerra en Ucrania. Sin duda, la pandemia ha erosionado mucho la popularidad e imagen de Macron, aunque aún goce del favor de una mayoría de franceses. Pero la guerra de Ucrania, indirectamente, tiene un papel relevante en ambos candidatos, y por motivos distintos. Sigue leyendo