Abuso de las normas de convivencia

Washington, DC. – Una de las características que hace más atractiva nuestras sociedades occidentales son las normas de convivencia con que nos hemos dotado. Algunas están reguladas por leyes y otras por el sentido común y de respeto al otro. Y son especialmente importantes las que generan servicios para apoyar e integrar a los más desfavorecidos o vulnerables. Son normas de discriminación positiva que hacen mejor la convivencia. Pero siempre están quienes, sin necesitarlas, se aprovechan de ellas con consecuencias nefastas para todos.

En los últimos años he viajado con frecuencia a países en vías de desarrollo de América Latina, fundamentalmente de Centroamérica. Hay una ruta aérea que une la capital de Estados Unidos con San Salvador, capital de El Salvador, que ejemplifica muy bien a lo que quiero referirme. Sigue leyendo

Niños en los aviones

kidsonplanesblog2bhpWashington, DC. – Tengo que reconocer que es una de las cosas que más me obsesiona cuando entro en un avión. Sentarme al lado o cerca de un niño puede convertir el viaje en una pesadilla. Y tiene gracia el asunto porque quien escribe ha crecido en una familia numerosa, por lo que debería estar acostumbrado. Pero no. No me acostumbro. ¿Y saben? No se trata del niño per se; se trata de la actitud de sus padres.

Este domingo viajé de Bogotá a Washington. El vuelo es de casi cinco horas y detrás se sentó una niña que no debía tener más de cuatro años. Cuando llegué a mi silla, me mudó el rostro; pero tuve suerte. Su madre estuvo pendiente de ella durante todo el vuelo. Sí, la chiquita gritó un par de veces, golpeó mi silla otras tantas y se movió como cualquier niño, pero su progenitora le dio conversación, la advirtió cuando dio patadas a mi respaldo o cuando quiso ponerse de pie sobre su silla.

En el mismo vuelo, algunas filas más atrás, un señor entrado en años demostró su agudeza auditiva conversando a grito pelao con su vecino. Y dos sillas a mi izquierda, otro –melómano debía ser– roncó sin rubor en las varias siestas que se tomó durante el vuelo. Pero estos no tenían a nadie a su lado que les advirtiera; lo que se espera de ellos es educación.

Quiet-CarLos niños se han convertido en la diana de los críticos que quieren paz en los aviones. Pero el problema no son los niños, sino la educación. En el caso de los niños, la que enseñan y ejercen sus padres; y en el de los adultos, la que deberían practicar.

Ya hay aerolíneas que ofrecen –pagando un poco más– las que eufemísticamente llaman «zonas tranquilas»; es decir, sin niños. Deberían aprender estas compañías de los llamados Quiet Cars (vagones tranquilos) de los trenes de EE UU. No prohíben la entrada a nadie. Quien en ellos viaja sabe que no puede hablar por teléfono, gritar o escuchar música sin auriculares. Y esto aplica a niño y adultos.

Fotos: Telegraph Travel & Independent Traveler

Artículo publicado el 16/12/13 en Diari de Tarragona