La Roja, política y deporte

>Washington, DC.- La Roja se ha estrenado en el mundial con una derrota. Suiza consiguió anotar un tanto tras una jugada caótica que le dio la victoria y dejó a miles de seguidores de la selecciona española con esa sensación de injusticia que los amantes del fútbol conocen tras un buen partido con un mal resultado. En su segundo examen, ha conseguido la victoria sobre Honduras por dos goles a cero cuando podría haber sido mayor. En cualquier caso, no han sido pocos los que en los últimos días se me han acercado lamentando la derrota y dándome ánimos porque “aún hay posibilidades”; pero aunque me gusta el buen fútbol, la Roja no me apasiona.

Apoyar a una selección no es una cuestión de pasaporte, como algunos creen, sino de sentimiento. Son muchos los catalanes que no han crecido con La Roja como referente futbolístico, y su interés por la selección española comienza con la última Eurocopa cuando se descubrieron viendo los colores de un equipo que nunca había estado entre sus referentes. Para vibrar con una camiseta hay que sentirla; la adhesión no se impone, aunque hablemos de un equipo que represente al país de tu pasaporte.

Hay un considerable número de ciudadanos a quienes les gustaría ver a la Selección Catalana jugar en el Mundial (como lo hubiera podido hacer Escocia si hubiera pasado las eliminatorias). Muchos de ellos, aún siendo españoles se sienten catalanes, y esto es así no porque lo hayan decidido (que en algunos casos también), sino porque así lo han vivido; si hubieran nacido en otro lugar de España o del mundo, se sentirían de otra manera. La realidad que los ha rodeado desde que tienen uso de razón ha conformado y modelado sus juicios de valor y, por ende, sus sentimientos. Y el deporte forma parte de esos sentimientos, igual que la política. A la mayoría de esos catalanes no les alegra la derrota de España porque lo que importa no es la desgracia ajena sino el triunfo propio, pero es la política, en primera instancia, la que no les permite seguir a su selección.

No son pocos los que defienden que la política no se ha de mezclar con el deporte, pero la realidad es otra. Durante la Guerra Fría, las victorias soviéticas en competiciones no eran meros éxitos deportivos, sino expresiones políticas de superioridad. La cabeza baja de atletas negros recibiendo medallas en los Juegos de México del 68 fueron un símbolo de la lucha por los derechos civiles; y los esfuerzo de Nelson Mandela para superar el Aparheith con la victoria de Sudáfrica en el mundial de rugby de 1995, otro ejemplo más de cómo el deporte y la política van de la mano. Esa relación la conocen muy bien los estados nación como España que plantean a través del deporte un determinado modelo de estado. Sus gobernantes se ha empleado a fondo en los últimos años para evitar la presencia de otras selecciones, sobre todo catalanas, en competiciones internacionales.

A pesar de esos esfuerzos, Catalunya participa hoy en más de 20 disciplinas deportivas, entre ellas mundiales y competiciones europeas. Estas selecciones catalanas representan a federaciones privadas y su reconocimiento internacional sólo depende de su libre asociación. En el caso del fútbol, si la Federación Catalana de Fútbol (entidad de derecho privada) pidiera el ingreso en la FIFA (entidad privada) y los estatutos de la FIFA lo permiten, Catalunya podría disputar la Eurocopa o la Copa del Mundo. El Tribunal de Arbitraje del Deporte (TAS) lo recordó con una decisión histórica el 23 de abril de 2008, cuando sentenció que son las federaciones internacionales y no los estados, los que deciden su normativa. Por eso, cuando el Consejo Superior de Deportes español hace lo que puede para evitar que una federación catalana participe en competiciones internacionales, la injusticia es evidente ya que muchos ciudadanos son limitados en la posibilidad de vibrar con la camiseta que siente, y, en cambio, pasan a ver a La Roja como una expresión de esa limitación.

La revista Time acaba de publicar un interesante artículo dónde explica esa relación de “desconfianza” entre Catalunya y España que sobre todo sufren los jugadores catalanes, constantemente bajo sospecha de no sentir la camiseta de la Selección Española. No sé cuántos de los catalanes que hoy forman parte de esa selección decidirían jugar con la catalana, pero de lo que sí estoy seguro es de que, por pocos que así lo decidieran, La Roja perdería esa furia que hoy la caracteriza. Y eso también lo teme el Consejo Superior de Deportes.

Política y deporte van de la mano; lo saben todos los que hacen política y que bien definió el presidente estadounidense Gerald Ford cuando afirmó que «un éxito deportivo puede servir a una nación tanto como una victoria militar». Quien dice lo contrario, lo hace desde la cómoda posición de verse representado por el status quo.

Foto: AP