Tarragona (Catalunya). – Estamos demasiado acostumbrados al doblaje. Yo mismo lo defendía hace unos años. Lo escuchaba en todas las películas de cualquier canal de televisión y en las salas de cine comercial de Catalunya, que siguen siendo la mayoría.
El doblaje es la castración del cine. Es privar al espectador no sólo de la voz original de los actores, sino también del tono, de los giros, de las inflexiones de la voz… hasta de la fuerza de una expresión. El doblaje hace que todos los actores tengan el mismo volumen en una conversación que se torna plana y sin detalles. Dicen sus defensores que el doblaje acerca la cultura del cine a la gente que no sabe idiomas. Pero lo que no dicen es que la mayoría de sus defensores son los mismos actores que viven de esta industria; y que es precisamente la ausencia de la versión original la que en gran medida limita a las nuevas generaciones a educar el oído a otros idiomas, especialmente el inglés. En Suiza, por ejemplo, hace años que apostaron por los subtítulos como una opción que respeta el sonido original sin privar a la gente que desconoce el idioma de seguir la trama. Los cines proyectan las películas con hasta dos niveles de subtítulos por ser un país con varios idiomas oficiales.
Es cierto que aquí algunas televisiones ofrecen la opción del lenguaje original con sólo apretar una tecla del mando a distancia, pero la inercia de los años y el esfuerzo que supone para muchos adaptarse al cambio hacen de la opción algo simbólico.
Hoy el doblaje perpetúa una industria que beneficia a unos pocos y nos empobrece a todos.
Artículo publicado el 28/12/13 en Diari de Tarragona