Volar conectado

>Atlanta, GA.- Voy de camino a Centroamérica. Mi vuelo desde Washington ha salido puntual y, sin retrasos, embarcamos en el segundo vuelo de conexión. Al entrar en la cabina, saludo amablemente a uno de los miembros de la tripulación que orienta a los pasajeros para que se acomoden rápido y poder así cumplir con el horario previsto. Mientras aguardo a que otros se sienten, hago la fila reglamentaria entre los asientos de primera clase, donde todos están ya sentados leyendo o consultando sus teléfonos antes de partir. Al levantar la cabeza me sorprende una señal hasta ahora desconocida para mí en los aviones: ‘Wi-Fi on Board’. “¿Este vuelo ofrece conexión a Internet?”, pregunto incrédulo al asistente de cabina quien asiente sin abrir la boca. “¿Y es gratis?”, prosigo instintivamente. “Ya nada es gratis en este mundo”, me contesta seco a mi pregunta. Mientras me acomodo, pienso en las ventajas de esta nueva herramienta: consultar tu nuevo correo, reservar el hotel donde alojarte allí donde vas, alquilar un coche en el aeropuerto de destino, acabar y enviar un documento que alguien espera, responder esos perpetuos correos que están en tu bandeja de entrada desde hace lustros… Imagino que el precio será desorbitado, pero no. 10 dólares no me parece caro aunque personalmente no me compensa. Pienso en ejecutivos que van de un lugar a otro del mundo por reuniones de trabajo y con poco tiempo para su organización. Una azafata me explica que el sistema hace poco que está en servicio y que se ofrecen paquetes para viajeros habituales.

Seguramente es el futuro; cada vez quedan menos lugares dónde no estemos conectados al mundo tecnológico de nuestra era. El metro cayó hace tiempo y los aviones son el paso siguiente. Un detalle me alarma: una joven adicta a su blackberry está conectada dos asientos más adelante. Chatea con alguien y todos los que estamos alrededor nos damos cuenta por el constante ping de sus mensajes, todos menos ella que conectada a su I-pod, parece abstraída en su música. Sí, me molesta el ruidito constante de su chat. Ese desagradable ping, ping, ping que martillea el ambiente. Es entonces cuando imagino horrorizado que la tecnología abra la puerta a llamadas desde los teléfonos móviles en los aviones.

Sugiero que las clases de ‘Educación para la ciudadanía’ incluyan desde hoy un capítulo titulado sobre los modales deseables para el uso del teléfono móvil en zonas públicas. Me ofrezco a redactar el programa.

Foto: mobilitysite.com