Washington, DC. – Una de las características que hace más atractiva nuestras sociedades occidentales son las normas de convivencia con que nos hemos dotado. Algunas están reguladas por leyes y otras por el sentido común y de respeto al otro. Y son especialmente importantes las que generan servicios para apoyar e integrar a los más desfavorecidos o vulnerables. Son normas de discriminación positiva que hacen mejor la convivencia. Pero siempre están quienes, sin necesitarlas, se aprovechan de ellas con consecuencias nefastas para todos.
En los últimos años he viajado con frecuencia a países en vías de desarrollo de América Latina, fundamentalmente de Centroamérica. Hay una ruta aérea que une la capital de Estados Unidos con San Salvador, capital de El Salvador, que ejemplifica muy bien a lo que quiero referirme. Sigue leyendo