Washington, DC. — Francia votó ayer en las presidenciales, la primera vuelta de un sistema en el que, si ningún candidato consigue el 50 por ciento de los sufragios, los dos más votados se enfrentarán en una segunda votación. En este caso, el 24 de abril.
El resultado de ayer, como en las últimas elecciones y como pronosticaron los sondeos, deja la elección entre el actual presidente que busca su reelección, Emmanuel Macron, de La République en Marche, y la líder de la ultraderecha francesa, Marine Le Pen, de Rassemblement National.
Los franceses ayer eligieron en un contexto de polarización marcado fundamentalmente por dos temas, la pandemia —que es común a la mayoría de elecciones del mundo hoy— y la guerra en Ucrania. Sin duda, la pandemia ha erosionado mucho la popularidad e imagen de Macron, aunque aún goce del favor de una mayoría de franceses. Pero la guerra de Ucrania, indirectamente, tiene un papel relevante en ambos candidatos, y por motivos distintos.
Tras la salida de la primera línea política de Angela Merkel, cuyo liderazgo en su país y en Europa era incuestionable, Emmanuel Macron le tomó el relevo de una manera natural, sobre todo porque no había otra figura que pudiera hacerlo. Macron es un europeísta convencido y en la crisis de Ucrania se implicó hasta el tuétano, primero intentando evitar la invasión y la guerra, con viajes a Moscú, reuniones con Vladimir Putin y numerosas llamadas para apostar por el diálogo y evitar la confrontación. Ese rol inesperado y activo le obligó a descuidar la campaña electoral (aunque también es cierto que su entorno lo convirtió en la estrategia electoral). Pero a tenor de los hechos, sus esfuerzos políticos y diplomáticos fracasaron; no consiguió evitar la guerra y ahora eso le pasa factura. Esa imagen del presidente en el palacio del Eliseo trabajando, viajando al Kremlin y reunido en suntuosas habitaciones con Putin u otros líderes contribuyeron a hacer más evidente ese «estilo jupiteriano distante», como describe la última edición del semanario The Economist, que recuerda que sus críticos «lo apodan le président des riches», el presidente de los ricos que durante su mandato recortó el impuesto sobre el patrimonio de Francia, y actuó con los «modales del banquero de altos vuelos que alguna vez fue». A Macron, hoy, le pesa las negociaciones palaciegas fracasadas con Putin y no haber logrado evitar la guerra.
Y a Marie Le Pen también le pesa el lastre Putin, aunque de otra manera. Esta política francesa polémica que intentar llegar al Elíseo por tercera vez (la primera en 2011-2012 y la segunda en 2016-2017) ha tenido en esta campaña la habilidad de moderar su discurso para recoger parte del electorado descontento con Macron, y le está dando resultado. Pero Le Pen también tiene rabo de paja, y la guerra de Putin en Ucrania la deja aún más en evidencia.
Antes de las elecciones presidenciales de 2017, Le Pen viajó a Moscú donde se reunió con el presidente ruso, y antes –en octubre de 2014–, el partido de extrema derecha, entonces llamado Frente Nacional, pidió un préstamo de 9 millones de euros a un banco ruso para financiar sus campañas electorales.
En los últimos días, frente a las críticas y a la aparición de una fotografía en la que se la ve a ella dándole la mano a Putin en Moscú, su partido ha tenido que salir al paso para justificar esos contactos y dejar clara su oposición a la guerra. Pero a nadie se le escapa que tiene una buena relación con el presidente ruso.
La sombra de Putin
En ambos casos, Vladimir Putin vuelve a demostrar su capacidad, buscada o encontrada, de extender su sombra sobre un proceso electoral en un país occidental. El 24 de abril, Francia deberá escoger entre Macron o Le Pen, y Putin hoy contribuye a la erosión del europeista Macron, queriendo que la ultraderecha llegue al Eliseo por un motivo muy claro que lleva años trabajando en Francia, en el Reino Unido con el brexit o en 2016 en Estados Unidos a favor de Trump: desestabilizar y desunir a la Unión Europea y debilitar, en otro frente, a Occidente.
Tal como va la guerra y los reveses sufridos por el ejército ruso, sería irónico que ahora Putin acabara perdiendo Ucrania, pero acabara ganando Francia.