Putin el paria

Washington, DC. — Vladímir Putin consumó su amenaza. Durante semanas sus palabras nos dijeron que no tenía intención de invadir Ucrania, pero sus hechos —el despliegue militar constante y masivo en las fronteras ucranianas— apuntaba en sentido contrario. Y finalmente dio la orden.

Ucrania está hoy bajo ataque, y no está claro cuál es el final de este conflicto. ¿Qué quiere Putin? ¿Cambiar el gobierno de Volodimir Zelensky por uno más prorruso? ¿Anexionarse Ucrania como hizo con Crimea? ¿Desarmar y diezmar al ejército ucraniano y dejarlo luego a su suerte?… ¿Hasta dónde va a llegar Putin?

La gravedad de lo que está sucediendo es mayúscula. Europa no vivía una guerra como esta desde hacía décadas; y desde la Segunda Guerra Mundial, un conflicto armado en Europa no tenía como protagonista a una superpotencia como Rusia.

La agresión, el ataque, ésta declaración de guerra de Putin ha sido premeditada, injustificada y sustentada sobre la mentira.

La guerra en el terreno tiene también una guerra paralela, una guerra de narrativas.

Putin justifica su decisión con dos grandes argumentos falaces. El primero es el de la infundada amenaza que, según el Kremlin, Ucrania supone para su seguridad nacional rusa, una Ucrania que no está dentro de la OTAN, cuyo ejército es modesto y que su mayor pecado –a ojos de Putin– es haber decidido dejar de mirar a Moscú para querer vivir en democracia y con valores occidentales.

Y el segundo, el de una inexacta y, en general, falsa interpretación de la historia con la que quiere presentar a Ucrania como parte histórica, cultural y ética de una Gran Rusia. Y con esta invasión la quiere recuperar.

Pero todo es mentira, la amenaza y la pertenencia.

El presidente ruso, que vive instalado en el resentimiento de quien vio caer a la URSS y perder la Guerra Fría, cree que su papel hoy es el de recuperar para Rusia la grandeza, y lo hace cometiendo un gran error. La grandeza de las naciones no se la da el tamaño de su territorio sino su gente, sus aportes a la humanidad, su desarrollo tecnológico y el respeto y admiración que generan en el resto del mundo.

Putin hoy actúa por su ego; y justificando una guerra con la mentira no solo no le devuelve a Rusia su gloria perdida sino que la condena, condenándose él mismo a ser un paria para la historia.