Washington, DC. — Joe Biden no pasa por su mejor momento. Su popularidad está a la baja y no remonta. Según el índice de aprobación de la organización independiente Real Clear Politics, solo el 42,4 por ciento de los estadounidenses aprueban su gestión y el 60,2 por ciento cree que el país va en la "mala dirección". Esto a pesar de que el desempleo está en niveles históricamente bajos (4 por ciento en enero) y el crecimiento económico es extraordinario (1,7 por ciento en los últimos tres meses de 2021 y 5,7 por ciento para todo el año pasado, el mayor incremento anual desde 1984). Con estos datos, uno podría pensar que a Biden las cosas le van bien, pero no, y hay dos factores que fundamentalmente le pasan factura: la inflación y su incomprensible habilidad para meter la pata.
El coste de la vida no ha dejado de crecer y hoy es del 7,5 por ciento, el más alto en 40 años. Y eso es un problema para los ciudadanos, particularmente la clase media, porque a pesar de tener trabajo, ven cómo comprar lo básico les cuesta cada día más. Es cierto que las políticas de Biden tienen parte de responsabilidad aunque no toda, pero eso, a ojos de los ciudadanos, no importa: Biden es el presidente, él es quien esperan que lo solucione.
El segundo es el de la capacidad de Biden de meter la pata. El último episodio relevante fue insultar a un periodista. Ocurrió hace unos días al final de un evento en la Casa Blanca en el que el presidente se hizo rodear de empresarios para mostrar su apuesta por la recuperación económica. Como es habitual, los periodistas presentes, antes de salir de la sala, le lanzaron algunas preguntas a ver si contestaba algo sobre lo que ellos querían, no sobre lo que la Casa Blanca había organizando. Una de ellas la formuló el periodista de Fox News, Petter Doocy, quien quiso ahondar en el preocupante nivel de inflación del país. Biden, sin saber que su micrófono estaba abierto, musitó que el periodista era un "estúpido hijo de puta” (sic). Y las cámaras lo grabaron.
No es la primera vez que un presidente estadounidense insulta abiertamente a un periodista. George W. Bush, cuando se postuló para la presidencia en 2000, fue captado por un micrófono al burlarse de un reportero de The New York Times al que tildó de imbécil. O qué decir de la presidencia de Donald Trump, quien no pareció cansarse nunca de insultar o despreciar a los medios. Pero por constantes que hayan sido los precedentes, ninguno justifica que se pueda normalizar, y en el caso de Biden, además, hay un agravante. Joe Biden se presentó a las elecciones como el candidato que representaba la antítesis de Trump en muchas cosas, pero hubo una fundamental, la del respeto a la Oficina Oval y a los medios de comunicación y periodistas. El insulto fue un torpedo a la línea de flotación de su credibilidad.
Biden no remonta en popularidad porque la inflación no está controlada, y a eso él mismo suma sus propios errores. Este es un año electoral en Estados Unidos. En noviembre hay elecciones a la Cámara de Representantes y el Senado, y las proyecciones apuntan a que los demócratas perderán el control de ambas cámaras.
Biden en política interna, debe priorizar con urgencia la inflación. La crisis de Ucrania, el expansionismo ruso o la amenaza de China sin duda le roban mucho tiempo estos días, pero los estadounidenses lo van a juzgar en noviembre por su gestión económica. Y en esa tarea, Biden debe ofrecer soluciones y evitar crear más problemas de los que tiene, y claramente insultar a la prensa que hace su trabajo, que pregunta, que quiere saber qué va a hacer para que los precios no sigan subiendo, no es la mejor manera de convencer a los ciudadanos para que le sigan dando confianza en las próximas elecciones o miren a los republicanos como la alternativa.