Sobre lo que valoramos y no valoramos

Washington, DC. — Los últimos días de septiembre fueron dramáticos para Mark Zuckerberg. El fundador de Facebook y propietario de otras plataformas digitales como Instagram o Whatsapp vio cómo un problema técnico alteraba el normal funcionamiento de sus negocios. No había pasado nunca antes durante tanto tiempo, unas seis horas. Esto, tras semanas de filtración de documentos internos de su compañía publicados por el Wall Street Journal que demostraban cómo los directivos del emporio digital habían priorizado siempre sus beneficios frente a alertas sobre el impacto que estas plataformas tienen en la salud de sus usuarios, particularmente adolescentes. Las acusaciones se escucharon incluso en una audiencia en el Senado de Estados Unidos. Todo, provocó a dos consecuencias: la primera es la caída del valor de la compañía en bolsa; la segunda es que nos mostró que se puede vivir sin Facebook, Instagram o Whatsapp.

Tan solo unos días después de esta ‘semana horribilis’ para Zuckerberg, Pável Dúrov, otro multimillonario crecido sobre otra plataforma de mensajería instantánea, Telegram, cumplió 37 años. La caída de Whatsapp provocó que en cuestión de horas 70 millones de personas descargaran en sus teléfonos inteligentes su red social y se unieran a Telegram. La aplicación pasó del puesto 56º al 5º en la lista de las más descargadas en Estados Unidos.

En esa euforia que vivía su empresa, Dúrov, con motivo de su aniversario, decidió compartir unas notas con sus millones de usuarios –los nuevos y los que tenía antes– que sorprendentemente van en la línea de la reflexión sobre la vida sin redes sociales. Dúrov escribió sobre lo que él considera que son cosas que hoy tenemos infravaloradas y sobre las que cree que están sobrevaloradas.

El multimillonario dice que dormir, la naturaleza y la soledad son tres cosas que deberíamos valorar más: dormir, porque estimula la inmunidad, la creatividad y el bienestar psicológico; la naturaleza porque es el entorno en el que estamos diseñados biológicamente para sentirnos bien; y la soledad, porque ofrece la libertad de realizar avances espirituales e intelectuales.

Por contra, cree que valoramos demasiado, como sociedad, siete cosas: las grandes ciudades, que «son fuentes de contaminación, delincuencia y ruido»; los restaurantes, que «ofrecen la forma más lenta y menos eficiente de comer»; el clima cálido o soleado, que puede llevarnos a tener «una actitud laxa», incrementa el «riesgo de cáncer y un envejecimiento rápido»; la moda, que define como esa «búsqueda interminable para adaptarse a las tendencias en constante cambio» que «es costosa e innecesaria»; los inmuebles o bienes raíces, que nos «limitan las opciones» y la movilidad; las redes sociales, que ve como esos canales por los que nos llega un «flujo incesante de basura que abarrota nuestras mentes» y «disminuye nuestra felicidad y creatividad»; y finalmente, el consejo de personas famosas que «suelen dar consejos injustificados fuera de su campo de especialización».

No necesariamente tenemos que estar de acuerdo con Pável Dúrov. Cada uno de nosotros tiene unas circunstancias de vida que pueden justificar porqué damos más o menos valor a las cosas en nuestro día a día, pero si me parece que sus reflexiones son una invitación; igual que lo fueron las seis horas sin Facebook, Instagram o Whatsapp en las que muchos recuperamos la interacción humana con los colegas de la oficina, la familia o los amigos, con quienes nos comunicamos físicamente o con una llamada de teléfono.

Dúrov y Zuckergerg, cada uno a su manera, nos han abierto estos días la puerta para que pensemos, para que nos detengamos un momento, nos alejemos del trepidante ritmo de este siglo XXI muy digitalizado, y meditemos si las cosas que hoy valoramos en nuestra vida –esas a las que les dedicamos horas y horas–, son realmente las importantes; y las que no valoramos o les dedicamos poco tiempo, son las que de verdad deberíamos valorar más.