Fue más grave de lo que nos dicen los datos oficiales

Washington, DC. — Gracias a las vacunas, la pandemia ha entrado en una nueva fase que augura su pronto final. Desde que comenzó la expansión del virus, la mayoría de las noticias relacionas con la pandemia tenían su origen en los datos que demostraban su gravedad. Los infectados, los muertos, los hospitalizados. Datos que hoy forman parte del pasado y que menguan cada día que pasa.

Además de los ministerios de Salud de los países, centros de estudio o investigación se convirtieron en fuente de información global que ofrecía, de un vistazo, los datos en el mundo y que confirmaban la definición de pandemia, esa enfermedad epidémica que se extiende a muchos países o que ataca a casi todos los individuos de una localidad o región. El Centro de Ciencia e Ingeniería de Sistemas (CSSE) de la Universidad Johns Hopkins, en Estados Unidos, fue uno de ellos. Cuando escribo estas líneas, el tablero de control que crearon de acceso abierto da cuenta de un acumulado de casos en el mundo de más de 160 millones y casi 3,4 millones de muertos como consecuencia del SARS-CoV-2, el nuevo coronavirus surgido en China, según la OMS, que provoca la enfermedad de la COVID-19. El CSSE, como otros centros de investigación, tomaban los datos de fuentes oficiales: de los gobiernos que periódicamente informaban del avance del virus en sus países. Pero hoy sabemos que esos datos —los únicos que teníamos— pueden no reflejar fielmente la realidad. Son datos que subestimaron el impacto del virus.

Este mes de mayo, cuando hace más de un año que comenzó la pandemia y la nueva normalidad va volviendo poco a poco, los investigadores empiezan a revisar lo que ha pasado desde principios del año pasado, y si los datos que damos por buenos nos parecían impresionantes, la verdad del impacto de la pandemia podría ser más dramática todavía.

En la Universidad de Washington, en la Costa Oeste de Estados Unidos, un nuevo análisis de su Instituto de Métricas y Evaluación de la Salud, el prestigioso IHME, ha descubierto que «las muertes por COVID-19 no se notifican significativamente en casi todos los países» y ha concluido que, «en el mundo, la COVID-19 ha causado aproximadamente 6,9 millones de muertes, más del doble de lo que muestran las cifras oficiales».

El análisis actualizado de marzo del año pasado a este mes de mayo muestra que Estados Unidos ha tenido más muertes por COVID-19 hasta la fecha que cualquier otro país: un total de más de 905.000 (hasta hoy, la cifra oficial es de 585.000). Por regiones, América Latina y el Caribe y Europa Central, Europa Oriental y Asia Central fueron las más afectadas «en términos de muertes totales» causadas directamente por el virus SARS-CoV-2, «no las muertes causadas por la afectación de la pandemia en los sistemas de salud y las comunidades».

España es el decimocuarto país del mundo en número de decesos por esta causa, según este estudio, con casi 124.000 muertos (la cifra oficial del Estado hoy es de poco más de 85.000), y es el cuarto de Europa detrás del Reino Unido, Italia y Francia.

El IHME llega a estas cifras haciendo una estimación basada en «la medición de la tasa de mortalidad en exceso durante la pandemia, semana a semana, en comparación con lo que se hubiera esperado en función de las tendencias y la estacionalidad pasadas», y toma en cuenta varios factores como los retraso o aplazamiento de la atención médica básica causados por las restricciones impuestas durante los meses de confinamiento; los trastornos de salud mental, incluida la depresión, el aumento del consumo de alcohol y el aumento del uso de opioides; o la reducción de la transmisión de otros virus, en particular la gripe, entre otros factores.

La importancia de los datos

Tener datos objetivos no solo ayuda a dimensionar lo que ha sucedido, ayuda también a prevenir que vuelva a suceder. «Proporciona información valiosa para los responsables de la formulación de políticas que desarrollan planes de respuesta y recuperación», explica el director del IHME, el doctor Chris Murray. Pero no es la única razón.

Esta semana el The Economist analiza también datos estimados de mortalidad y alcance de la pandemia, y destaca que «sin cifras tan básicas, las estimaciones de otros impactos [que ha causado esta pandemia] —económicos, educativos, culturales o en la salud de los sobrevivientes— son difíciles de entender o de comparar».

Los datos son importantes, y para tenerlos se deben destinar recursos para esas investigaciones. No solo para honrar a los muertos y la verdad, sino entender qué ha pasado, superar las consecuencias que nos ha dejado esta pandemia y estar preparados para la siguiente.