Washington, DC. — España sigue siendo hoy el segundo país del mundo con más casos de personas infectadas por el nuevo coronavirus y el cuarto en número de muertos.
Las autoridades, poco a poco, van levantando las medidas de confinamiento aunque la pandemia no está, ni de lejos, superada; y médicos y personal sanitario continúan en alerta, atendiendo enfermos y luchando por salvar vidas. Cada 24 horas se suman nuevos contagios.
En este contexto, decenas de personas llevan días concentrándose en una céntrica zona de Madrid para reclamar la dimisión de Pedro Sánchez por la gestión de la crisis del coronavirus. Los manifestantes, algunos sin mascarillas, no respetan la distancia social y profieren gritos contra el presidente español y piden –textualmente– “libertad”.
Las concentraciones se producen en una zona de la capital: el selecto barrio de Salamanca, donde en las últimas elecciones el voto apoyó mayoritariamente al Partido Popular y el ultraderechista VOX.
Este domingo, por redes sociales, miles de españoles en todo el país se han dado cita para lo que han denominado un último gran aplauso a los sanitarios que luchan contra la pandemia. Es ya una tradición que miles de españoles salgan a balcones y ventanas de sus casas a mostrar su agradecimiento por la labor de estos profesionales, de estos héroes.
Imagino que en el barrio de Salamanca habrá, mayoritariamente silencio. Ojalá que no, porque los médicos y el personal sanitario se lo merecen todo, pero no es muy coherente estar todas las tardes de esta semana en la calle protestando contra Pedro Sánchez, sin mascarillas, sin distancia social… y el domingo aplaudiendo en las ventanas.
Cualquier médico, cualquier sanitario, seguro les diría —y con toda la razón— que menos aplausos y más sentido común.