Washington, DC. – Madeleine Albright fue secretaria de Estado de Estados Unidos desde 1997 hasta el 2001. Sirvió a su país durante la segunda presidencia de Bill Clinton. Albright es una mujer impresionante que durante su carrera desarrolló la que hoy se reconoce como la diplomacia del broche. Tiene aún una colección impresionante. Siempre llevaba uno puesto que además de ir a juego con su indumentaria, expresaba su estado de ánimo o sus opiniones. Una vez en Georgetown, donde hoy da clases, le escuché contar cómo utilizaba sus llamativos broches para romper el hielo en sus encuentros diplomáticos o comenzar conversaciones creando un amable clima para su trabajo. Era la diplomacia de los detalles o los gestos.

Washington vive estos días uno de sus festivales más conocidos que es posible gracias a otro gesto diplomático: el cherry blossom o florecimiento de miles de cerezos, un espectáculo natural que se produce cada año durante el cambio de invierno a primavera y que marca el fin del frío en la capital estadounidense. Este año, el cherry blossom se ha retrasado por las bajas temperaturas que aún en marzo han castigado a la ciudad.

El Servicio Nacional de Parques, a tenor de las temperaturas registradas, confirmó a final del mes pasado que este fin de semana tendría lugar la floración máxima de, al menos, el 70 por ciento de los cerezos, unas flores blancas y rosadas que puede permanecer así hasta un máximo de dos semanas.

Los más de 3.500 cerezos fueron un regalo de amistad de Japón. Se plantaron en 1912 en los alrededores del lago Tidal Basin, en la zona monumental de la ciudad, y cada año florecen en una fecha que, de acuerdo con el clima y los rigores del invierno, acostumbra a ser entre finales de marzo y comienzos de abril.

En 1965 el gobierno japonés renovó el regalo y envió otros 3.800 árboles, cuya vida oscila entre los 25 y los 50 años, con el lema «el regalo que es dado cada año», en clara alusión al florecimiento de los cerezos cada primavera.

Este 2018 el frío retrasó el esperado momento. Aunque la fecha en la que suele producirse este fenómeno tiende a ser en los últimos días de marzo, en 2013 y 2015 también se retrasó a los primeros días de abril. El año pasado, según el Servicio Nacional de Parques, casi la mitad de los cerezos que seguían con vida murieron debido a una helada que se produjo a mediados del mes, algo que este año podría volver a suceder a tenor del inestable clima de este invierno que se resiste a irse definitivamente. Cada cierto tiempo se replantan los árboles que no sobreviven.

En 1999, la entonces primera dama Hillary Clinton participó en una ceremonia de plantación de árboles. Y Michelle Obama en 2012 también hizo lo propio con el plantando de un simbólico cerezo en el parque West Potomac, ceremonia que contó con la participación de dignatarios e invitados. Todo muy diplomático.

La floración es importante para el turismo de Washington. La más tardía de la que se tiene registro ocurrió en 1958 y la más temprana en 1990; y siempre con gran éxito de público. Más de un millón y medio de personas visitan anualmente Washington en estas fechas para este Festival Nacional del Cherry Blossom cuyo impacto económico para la región es de alrededor de 400 millones de dólares.

Los cerezos de Washington son como los broches de Madeleine Albright. La diplomática estadounidense explicó en 2009 a un periodista de la radio pública NPR que a ella le encantaba expresarse con la elección de sus broches, elección que siempre tenía una intención o era un gesto dependiendo de su agenda o interlocutores. «Piensas que [con] los jefes de estado solo tienes conversaciones serias, [pero] a menudo comienzan realmente con el tiempo que hace o un simple ‘me gusta mucho tu corbata’».

Washington, sede del poder de la primera nación del mundo, recuerda cada primavera la amistad de dos naciones con un simple gesto. Todo un acierto de la diplomacia japonesa.

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