Washington, DC . – Periodistas y políticos se necesitan. Los políticos a los periodistas para intentar hacer llegar el mensaje que más les conviene; y los periodistas a los políticos para tener la noticia y el detalle de la última decisión de interés público que adopten o quieran adoptar. Esto, en una campaña electoral, se multiplica exponencialmente; pero algunos candidatos republicanos de Estados Unidos no lo ven así.

De 1 al 10 de febrero estuve en el estado de New Hampshire siguiendo, de evento en evento, a los aspirantes de los dos partidos. Donald Trump, Hillary Clinton, Ted Cruz, Marco Rubio, Berni Sanders, Chris Christie, John Kasich… Estuve con todos en, como mínimo, un evento electoral. Y la respuesta de casi todos los equipos de prensa de las campañas fue correcta: desde el registro de acceso a los recintos, hasta las facilidades para ubicar las cámaras y filmar. Hubo dos excepciones: la campaña de Donald Trump y la de Marco Rubio.

El equipo de Trump destila el mismo aire arrogante y displicente que su candidato. Discriminan a la prensa internacional (para priorizar a la nacional) —lo que no hace ninguna otra campaña que yo haya conocido (aquí o en España)—, y trata sin complejos a los periodistas —nacionales e internacionales, cuando conseguimos acceso— como un activo del que aprovecharse a su conveniencia.

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En uno de los eventos en los que estuvimos con Trump no nos dejaron entrar por un problema en el proceso de registro (problema que también tuvieron otros medios nacionales que sí consiguieron acceso por el hecho de ser nacionales). Y aún entrando en el recinto sin cámara ni micrófono me invitaron a salir «porque ya te hemos dicho que no podías entrar» a pesar de que el recinto estaba medio lleno y había pasado los controles de seguridad reglamentarios con un pase oficial que conseguí en el último momento. La invitación a abandonar la sala vino de un joven de no más de 20 años, el mismo que momentos antes no dejó entrar a mi camarógrafo [foto]. De nada sirvió explicarle que había entrado como ciudadano, que tenía una invitación o que no estaba trabajando porque mi camarógrafo no había podido entrar. Su respuesta fue amenazarme con enviarme a la policía, lo cual sucedió cuando le ignoré insistiendo en mi condición de ciudadano y en disponer de un pase reglamentario. 

El oficial se limitó a acompañarme hasta la puerta de salida.

Photo: John M Poltrack (www.poltrack.net)

Photo: John M Poltrack (www.poltrack.net)

El caso de la campaña de Marco Rubio me parece más grave. Con Marco Rubio estuve tres veces y la primera marcó el resto. El evento era un town-hall. Al llegar, nos indicaron que durante el discurso y conversatorio del candidato con los votantes debíamos estar en la zona habilitada para la prensa. Y así lo hicimos. Al terminar —como es costumbre—, el candidato dedicó unos minutos a firmar autógrafos y posar para fotografías. En es momento, el equipo de campaña permite a los periodistas acercarse para inmortalizar el éxito del político con los votantes.

Cuando todos los ciudadanos que quisieron habían conseguido una foto o una firma, Rubio salió de la sala por la puerta en la que nosotros esperábamos pacientes para preguntarle. «¿Por qué el voto latino tiene que confiar en los republicanos?», de dije dos veces. Su respuesta, el silencio.

No habían pasado ni cinco minutos cuando dos personas del equipo de prensa de Rubio se me acercaron muy alterados.

— «¡Dame tu nombre…!»—repitieron con voz alzada. «¡Dame tu pase de prensa [al evento]!»—insistieron.
— «¿Cuál es el problema?», contesté. «Como periodista, me he limitado a preguntar».
— «¡…tu tarjeta…! ¡…tu pase de prensa…!»

En ese punto, estaba dispuesto a devolver el pase de prensa (el evento había terminado) pero no fue necesario. Ellos mismos, al ver que un fotógrafo estaba tomando instantáneas del momento, se marcharon sin decir nada más.

A los dos días volví a otro evento de Rubio. Tras registrarme con otros voluntarios esperé la llegada del candidato y filmamos sin problema. Pero en medio del town-hall una persona de su entorno de prensa me solicitó un aparte junto a la puerta de entrada. Accedí a escucharle y una vez allí no me permitieron volver a entrar. Cuando pregunté el motivo, argumentaron que hacía dos días había «empujado al candidato» [sic]. Objeté que eso no era cierto y la respuesta de la directora de prensa de la campaña de Rubio fue tan contundente como amenazante: «si entras en la sala vas a tener problemas».

Creo que las campañas de Trump y Rubio se equivocan. La de Trump, por discriminación a la prensa internacional y por su discrecionalidad. Y la de Rubio por mentir y amenazar, no sólo porque no es cierto que empujara al candidato [reproduzco aquí el vídeo para que ustedes saquen sus conclusiones], sino también porque con amenazas a los periodistas que cumplen con su trabajo no se puede construir una narrativa positiva de un candidato a presidente [al margen de que el vídeo demuestra además que Rubio es incapaz de salirse de un guión aprendido y huya de su pasado —nunca se refiera a si mismo como un latino, sino como un inmigrante— y del español —es totalmente bilingüe—].

Por justicia, quiero decir que la campaña que me facilitó más el trabajo como periodista fue la de Bernie Sanders. Y que otros candidatos con los que también pude hablar sin problemas fueron Chris Christie y Jeb Bush, con este último en un español envidiable.

A falta de respeto por nuestra profesión, la única respuesta posible es ¡más periodismo!

Imagen principal: Getty Images

Fe de Erratas: En una primera publicación escribí por error ‘grabe’ en lugar de ‘grave’.

4 comentarios en “Trump, Rubio y los medios

  1. Parece que aprenden rápido los politicos a tener este trato ‘cordial’ con los periodistas, cuando en el fondo ganarse su estima les favoreceria en su campaña. Veo que no es el único país que no respeta esta profesión y os trata de entrometidos e irrespetuosos, cuando vuestro trabajo es comunicar a los ciudadanos, altavoz en mano.

    Más periodismo, por supuesto!!! Que sepamos más sobre el ‘back stage’ de muchas de estas campañas.

    Felicidades Gus.

    Keep at it!!

    Maria

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