Washington, DC.- Lejos quedan el cinturón o la regla como recursos para imponer disciplina en la adolescencia. Hoy ya es socialmente inaceptable esa violencia o callar cuando se descubre en la familia, en vecinos o en las aulas de una escuela. Pero la bofetada esporádica es aún socialmente aceptada entre una gran mayoría de padres. En Estados Unidos entre el 70 y el 90 por ciento reconocen haber recurrido a ella alguna vez con sus hijos, y cerca del 70 por ciento de los estadounidenses aceptan tener “un cierto nivel de tolerancia” a este tipo de violencia.
Seamos claros: la bofetada o el insulto son la evidencia de creer haber agotado (o ignorado) todos los recursos posibles en la educación, y es reflejo de la impotencia derivada de la pérdida de autoridad.
Una interesante organización en Estados Unidos –el Center for Effective Discipline– trabaja desde hace tiempo en una campaña para informar de los efectos de los castigos corporales en la educación y ofrecer respuestas a los padres. La campaña es necesaria, pero requiere de un compromiso colectivo previo que recupere el sentido de autoridad para educadores y el respeto a la personalidad del adolescente.
La educación no es una democracia, pero tampoco una dictadura. Autoridad para padres y maestros, y respeto al adolescente son los primeros pasos para dejar morir el recurso a la bofetada y asegurar una educación exitosa.
Foto: Dorling Kindersley / Getty
Bon día, Buenos dias, Good Morning…
Yo crecí en la época en la que era habitual, socialmente aceptado y no solamente eso, sino que se consideraba una buena práctica y digna de encomio por parte de los educadores, tanto padres como profesores, el dar algún que otro bofetón, en el mejor de los casos, o una soberana paliza, en otros, dependiendo de lo que ¨tuvieras merecido¨ en base a tu comportamiento. A mí personalmente jamás un profesor me dio una de esas bofetadas, que según mi madre, son necesarias para una buena educación. Es más, ella misma cuando se reunía con mi profesor en la escuela, le indicaba que tenía ¨permiso¨ para darme uno de esos cachetes, si no me comportaba como era de esperar. Gracias a mi ¨buen comportamiento¨de pequeña, por lo visto no fuí merecedora de tal agresión por parte del profesorado, pero sí por parte de mi progenitora, aunque jamás de mi progenitor, lo cual les daba motivo para pelearse entre ellos argumentando ella que un bofetón a tiempo es acierto seguro, contra la manera de pensar de él, que no aceptaba una agresión como parte de la educación.
Hay muchas personas que a día de hoy siguen estando convencidas de que hoy en día los niños y los adolescentes han perdido el respeto hacia los mayores y no tan mayores, a los profesores, y a quien se le ponga por delante, porque no tienen una educación correcta, puesto que somos todos unos ¨blandengues¨. Personalmente creo que los castigos corporales infunden miedo, y por ende te comportas como te obligan a comportarte, pero no por respeto en sí, sino por el pánico a recibir unos palos.
Como digo, no creo que los castigos físicos corporales sean la solución, pero sí que estoy convencida de que algo está fallando, y mucho, en la forma como educamos a nuestros hijos, que han pasado de respetar a las personas, a ser ellos quienes mandan , tienen la autoridad en la familia, en las aulas o en otras circunstancias, y no aceptan un ¨no¨ por respuesta, coaccionando y castigando de alguna que otra manera a sus progenitores, que han pasado de ser educadores, a ser sirvientes entre otras calificaciones que podríamos describir, en muchos casos. Por supuesto estoy generalizando, y cierto es que todavía quedan familias donde el respeto padres-hijos está presente, gracias a Dios. Pero la tendencia actual, desafortunadamente es la de la autoridad de los hijos contra los padres. O eso me parece a mi.
Muy interesantes todos tus artículos, Gustau.
Saludos a todos los lectores.
Rosa Pilar Prat.
Washington DC.
PD: Crec que l’enllaç ¨Like¨no funciona.