La cuestión más importante de la campaña del 2012

[Artículo publicado el jueves 3 de noviembre en el Diari de Tarragona]
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Washington, DC. – En contra de lo que muchos creen, ser Presidente de Estados Unidos no es sinónimo de poder ilimitado. El sistema político estadounidense está diseñado para evitar excesos de alguno de los tres poderes del Estado. Simplificando, podríamos decir que las prepuestas del Presidente deben ser negociadas y aprobadas en el Congreso, y las leyes que apruebe el Congreso deben ser ratificadas por el Presidente (que tiene poder de veto). Es lo que los politólogos llaman el sistema de checks and balances, cuyo origen —como la separación de poderes—, se atribuye a Montesquieu.

En esta dialéctica política entre el poder legislativo y el ejecutivo, pocas veces entra en juego el judicial, y cuando lo hace es a través de sentencias que en su último estadio son dictadas por el Tribunal Supremo. Esta son inapelables.

Una de las potestades más trascendentes que tiene un Presidente en Estados Unidos es la de proponer a los miembros del Tribunal Supremo cuando alguno de sus nueve magistrados muere o renuncia. En ese escenario, el Presidente propone un nombre “por y con el consejo y consentimiento del Senado”, según dicta la Constitución. De los actuales miembros del Supremo, sólo cuatro obtuvieron en su paso por la aprobación del Senado los casi 100 votos posibles. El resto, a pesar de obtener la mayoría necesaria, recibió un porcentaje de votos en contra. En cualquier caso, no es habitual que el Senado rechace la propuesta de un nombre sugerido por un Presidente.

El Tribunal Supremo de Estados Unidos es una pieza clave del sistema político y social del país. En sus sesiones se acaban dirimiendo las cuestiones sobre los temas más controvertidos de la sociedad norteamericana. Es en el Supremo dónde se interpretan los principios de la Constitución, como el derecho a la vida, la tenencia de armas, la libertad individual, o —en una de las últimas y más trascendentes— los límites (o no) a las contribuciones económicas en una campaña electoral.

El Tribunal Supremo de Estados Unidos está hoy más dividido que nunca entre magistrados conservadores y liberales, y no es infrecuente que muchas de sus decisiones se adopten por la mínima del 5-to-4.

Durante su presidencia, Barack Obama ha podido proponer dos candidatos —Sonia Sotomayor y Elena Kagan—. Del resto de miembros del Supremo, sólo Ruth Bader Ginsburg y Stephen Breyer fueron propuestos por otro presidente demócrata (Bill Clinton); los cinco restantes —que hoy suman mayoría— han sido nombrados bajo presidencias republicanas: John G. Roberts y Samuel Alito con George W. Bush; Clarence Thomas con George H. W. Bush; y Antonin Scalia y Anthony Kennedy con Ronald Reagan.

La mayoría de estos nueve miembros tienen menos de 70 años, pero hay tres que se aproximan a la edad media de jubilación de los jueces, que es de 80 años: Scalia y Kennedy tienen 75 y Ginsburg 78. Es pues muy plausible que el Presidente de la próxima legislatura tenga que renovar, al menos, a uno de los miembros del Supremo, y si bien Ginsburg es la que parece tener más puntos por edad, Scalia también podría retirarse.

En un editorial del New York Times de este fin de semana, el periódico recordaba que en caso de una victoria republicana en 2012 —y atendiendo a la histórica tendencia de que los presidentes suelen proponer a candidatos próximos a sus ideologías—, la renovación de Ginsburg “consolidaría un Supremo conservador por décadas”. Si, por el contrario, fuera Obama quien tomara la decisión, renovando a Ginsburg mantendría el statu quo actual; y si, además, Scalia o Kennedy renunciaran, Obama podría moderar el Tribunal más importante del país.

La decisión es trascendente y a pesar de no ser un tema de campaña (¡qué difícil trasladar las consecuencias a un mensaje electoral de 20 segundos!), seguro que a ninguno de los estrategas republicanos o demócratas les ha pasado inadvertido el escenario. Estoy convencido de que muchas donaciones a la campaña republicana estarán motivadas por esta circunstancia. En palabras del citado editorial, esta será, sin duda, “la cuestión más importante de la campaña electoral del 2012”, aunque no sea noticia de portada.

Un comentario en “La cuestión más importante de la campaña del 2012

  1. Ya nos gustaría a los ciudadanos de Spain, poder tener un sistema tan claro como el de los USA en la división de poderes…, lo del Tribunal Constitucional es penoso. NO cabe duda que los sistemas que llamamos «democráticos» , tienen en la práctica sistemas muy diferentes de administrar la Democracia, desde las votaciones y sus circunscripciones, funciones de las Càmaras;poderes de la Presidencia ; Justicia etc.
    Creo que l modelo español es francamente mejorable, como desde hace dias denuncian los «indignados» y de moment, no parece que se les haga mucho caso..cuando , sin duda, tienen bastante razón, cuando critican el sistema actual.

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