Lo que nos salva es el buen periodismo

Washington, DC. – Allí donde se ejerza, el periodismo debería inspirarse siempre en la máxima que el gremio estadounidense se precia de abanderar: facts and figures (hechos y datos). Si los periodistas se ciñen a estos dos parámetros y contrastan aquello que escuchan o ven, realizan el servicio público que se espera de ellos, más durante una campaña electoral en la que a veces parece que vale todo para convencer.

Una decena de republicanos están de campaña en Estados Unidos para ganar la nominación a candidato del partido que se enfrentará en noviembre del año que viene a Barack Obama. Para explicar sus programas a las bases republicanas, participan estos días en numerosos debates electorales —hay más de una veintena organizados—, y vistos los primeros parece que el todo vale está al orden del día.

La única mujer que opta a la nominación es Michele Bachmann, quien en cada debate o aparición pública pierde fuelle. ¿Por qué? Entre otras muchas cosas, porque no es rigurosa en lo que defiende, o aún peor, miente (deliberadamente o por ignorancia, pero miente).

El periódico Los Angeles Times le ha dedicado hoy una deliciosa noticia de portada en la que repasas algunas de las más destacadas mentiras o imprecisiones de Bachmann. Muchas hacen referencia a uno de los temas más sensibles en el país, la inmigración ilegal, pero no es la única. También cuando hablan de datos económicos, de impuestos o de historia, las cosas no son muy diferentes.

A Bachmann le encanta llenar sus discursos de datos y citas, lo que la hace aparentemente convincente entre sus votantes, que ni pueden contrastar, ni mucho menos saben si es cierto lo que dice. El periódico recuerda que “la letanía de estadísticas y citas que llenan sus discursos” provoca que “los votantes se sientan atraídos para apoyar su campaña, aunque lo que ella dice, a menudo es inexacto, erróneo o salvajemente falso (sic)”.

El éxito de esta estrategia demuestra la ignorancia de los votantes republicanos, quienes se siente obnubilados por argumentos conservadores que encajan perfectamente en lo que ellos esperan oír de un candidato, aunque sean mentiras o imprecisiones manipuladas. Además, generan una espiral de radicalismo entre los aspirantes conservadores a la Casa Blanca en una pugna por ser el más radical.

Si no fuera por determinados medios que contrastan e investigan los dicho por los candidatos, en la mayoría de los casos los ciudadanos no advertiríamos esas tomaduras de pelo.