El Barça, Bill Gates y el valor de un acuerdo

Washington, DC. – Bill Gates es el hombre más rico del mundo. La revista Forbes lleva dos años diciendo que ha sido superado por el empresario mexicano Carlos Slim, pero como él mismo suele decir cuando le preguntan por ese ranking, “tendría casi el doble de lo que tengo si no hubiera donado tanto”. En marzo de este año su fortuna fue cuantificada en más de 56.000 millones de dólares y el desembolso de la fundación que lleva su nombre y el de su mujer, Melinda, alcanzó los 33.000 millones de dólares.

Gates es, sin duda, uno de los hombres más influyentes del mundo. Su agenda es complicada, su tiempo caro y su presencia casi imposible de conseguir. Allí donde va, le acompaña una logística tan compleja que puede decirse que es como un Jefe de Estado. Viaja en su propio avión, decide dónde y cuándo aterriza, cómo se desplaza (no es raro que rechace transportes ofrecidos por los gobiernos que le acogen para algún evento), dónde duerme y hasta qué bebe. Tuve ocasión de sufrir su presencia —y la de otras personalidades relevantes— en un evento que me tocó coorganizar hace un año. Recuerdo bien que su equipo estaba en todos los detalles; incluso pidió que en la mesa de la rueda de prensa le sirvieran una Coca-Cola light cerrada que sólo abriría un miembro de su seguridad minutos antes de que él entrara en la sala. No hubo entonces —y no hay ahora— nada al azar allí dónde va.

Es sabido que en el año 2008, Bill Gates decidió abandonar sus responsabilidades como presidente ejecutivo de Microsoft para dedicarse a su Fundación. Desde entonces, son pocas las veces que Gates aparece en público y cuando lo hace es para promocionar su causa. Su agenda es tan cotizada —y él lo sabe— que sólo la abre al público para dejarse ver con los beneficiarios de sus proyectos sociales o para promocionarlos sentándose con personalidades y líderes de primer orden mundial. Y en esa cuidadosa selección Gates ha incluido al Futbol Club Barcelona.

No pretendo en estas líneas explicar el acuerdo que esta semana en Washington, DC han firmado las dos fundaciones —la de Gates y la del Barcelona— para presentar la iniciativa conjunta Más que un gol. Acabar con la polio que sentó codo con codo al magnate (ahora convertido en filántropo mundial) con el presidente Sandro Rosell y el entrenador Pep Guardiola. Sí quiero evidenciar lo que parece que para muchos periodistas no fue más que otro acuerdo de colaboración de dos fundaciones que buscan promocionarse, o al menos esa es la sensación que tengo a juzgar por los titulares de la prensa del día siguiente que destacaron más los problemas que el equipo tuvo esa misma mañana para entrenar que el acuerdo firmado.

Que Bill Gates se haya fijado en el Barça es una noticia mundial. Que haya sido el primer equipo con quien su exclusiva fundación firma un acuerdo como este, también. Que un hombre tan comedido en sus influyentes comentarios se deshaga en elogios por los valores que representa el Club, más aún. Que siendo estadounidense haya apostado por el futbol —y no por el americano, o por el básquet de la NBA—, mucho más aún. Y que siendo él consciente como es de la importancia de los resultados en el mundo de la empresa, de los beneficios, del coste de una inversión… de ganar siempre, en definitiva, haya escogido entre los mejores clubs del mundo al FC Barcelona por “los valores que representa”, es, simplemente, extraordinario.

Me entristece pensar haya muchos que por rivalidad futbolística, animadversión personal, falta de perspectiva o  mentalidad provinciana no se haya dado cuenta de la importancia que tiene esta alianza. Es una noticia mundial que bien se hubiera merecido portadas, grandes titulares y un generalizado orgullo de todos los culés y, por su relevancia, de todos los ciudadanos afines o no a los colores de la camiseta azulgrana.

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