Pasión barcelonista en Centroamérica

Antigua (Guatemala). – La vida me ha llevado esta vez a Guatemala a disfrutar del mejor fútbol que recuerdo. Con poca previsión y mucha anticipación decidí planificar una breve visita a esta república centroamericana parando en cuatro puntos que sin ser los únicos, sí creo que son fundamentales para conocer el país: su capital —Ciudad de Guatemala—, La Antigua Guatemala, un volcán de los varios que tiene el país (en mi caso el Pacaya), y el mágico lago Atitlán (lugar que sólo puedo comparar a mi experiencia en Machu Picchu, Perú). Sea como fuere mi viaje, coincidió con la final de la Champions, en la que —¿quién no se ha enterado aún?— el Barça se encumbró como rey de Europa anulando a un Manchester United impotente con un contundente 3 a 1. Qué equivocado estaba al pensar que esta coincidencia de agendas me relegaría a ver solo el partido vibrando por los colores que quiero — ¡ha sido impresionante el fervor barcelonista que he visto este fin de semana!

En todo mi periplo guatemalteco no ha habido un momento en el que el blaugrana no estuviera en mi camino. He visto centenares de adhesivos del escudo del Club en coches, autobuses urbanos de transporte dudosamente público o camiones con sus portones pintados con la palabra Barça y los símbolos del Club. También gorras con el escudo en el frontal o lateral. Pequeños estandartes colgando de los retrovisores de numerosos taxis. Y lo más llamativo desde mi punto de vista, la infinidad de camisetas —falsas, muchas de ellas— que vestían forofos locales orgullosos de defender al Barcelona. «Ser del Barça —me dijo José, un guía de montaña que compró y pegó el escudo en su gorra— es hoy síntoma de saber valorar el futbol extraordinario». O Carina, otra guía del Parque Natural donde se alza majestuoso el Pacaya: «yo soy del Barça sin dudarlo». Y añadía como queriendo explicarme: «¿sabe que al Madrid se le cayó la Copa [del Rey] y la rompieron? Pues eso era síntoma de que no la merecían». O Andrés, un chico de 11 años que en la cima del volcán llevaba orgulloso su camiseta horas antes del encuentro. O aún más emocionante para mi: en el mercado de Santiago, un pequeño pueblo junto al lago Atitlán, dónde tras una foto, Carlos, un charcutero guatemalteco de 21 años me espetó tras preguntarle si vio el partido: «sí claro; yo soy catalán como el primero».

Esta pasión casi religiosa (el Padre Nuestro Barcelona del mercado de Santiago no puede ser mejor ejemplo) no sólo la he visto este fin de semana en Guatemala (que por ir yo de turista no niego que pueda estar sesgada por el interés que algunos locales pueden tener en agradar al visitante viajero). También en mis últimos tres viajes a Panamá he sido testigo de este interés por el Barça. O en el último a El Salvador hace dos semana, donde Oscar, un taxista padre de dos hijos, llevaba orgulloso el escudo del Club en su coche: «mis chaparritos [hijos pequeños] ya tienen la camiseta y yo tengo claro que el equipo en mi casa es el Barcelona».

Buen reflejo de ese interés por el futbol que hoy ofrece el equipo de Guardiola tiene su espacio en la prensa local. En Panamá, donde estuve el día siguiente a uno de los recientes Barça-Madrid, los dos principales periódicos del país —La Prensa y La Estrella— se hicieron eco del encuentro en sus portadas y abrieron a toda página la sección de Deportes. Sí, sí… sus portadas con foto incluida. En Guatelama el sábado, el periódico La Prensa ofrecía una doble al encuentro contra el Manchester United. Impresionante.

No niego que parte de este fervor tenga su explicación en una moda pasajera. El interés por el Real Madrid también es evidente, pero ha caído mucho en los últimos años. «Aquí, más de un 60 por ciento siguen al Barcelona, y el resto al Real», me dice Luís, un joven empresario guatemalteco cuando le cuento de mi asombro. Creo, en cualquier caso, que esta moda está enraizando con ahínco en las jóvenes generaciones de centroamericanos que miran el futbol maravilloso y ganador que les ofrecen jóvenes con los que de una u otra manera se sienten identificados por su humildad, sencillez y espíritu de equipo. Parte de esta fijación por el Barça encuentra también su explicación en el futbol mediocre que ellos tienen en sus países, donde las ligas no brillan, y en las que los bueno se marchan fichados por equipos extranjeros. Mirar al Barça es, en el fondo, un apoyo inconsciente al talento local exportado.

Tras regresar de mi viaje y cuando concluyo estas líneas ya en Washington, me vienen a la cabeza las reflexiones del escritor y maestro de periodistas Manuel Vázquez Montalbán, quien seguramente con más mundo que yo, supo describir hace ya mucho tiempo lo que hoy es más que nunca una verdad a gritos: el Fútbol Club Barcelona es el «ejército desarmado simbólico de Catalunya».