ENTREVISTA [Foto: Pepo Subirana]
Washington, DC. – Alfred Bosch es escritor y profesor universitario. Fue portavoz de la Plataforma BCNDecideix, el movimiento de la sociedad civil catalana que organizó a principios de abril un referéndum sobre la independencia de Catalunya. En un viaje de trabajo nos citamos en Washington para conversar sobre su experiencia y la importancia de esta iniciativa.
— ¿Qué te trae a los Estados Unidos?
— Una invitación para impartir una conferencia y algunas clases en las que explico Catalunya a gente de fuera. Les explico que la realidad no es lo que parece o lo que les han explicado siempre; es más compleja. Con una secuencia de mapas —políticos, históricos, lingüísticos, económicos…— demuestro que la realidad de España es diferente a la oficial; es más compleja, es dual.
— ¿Dual?
— Sí, los mapas demuestran que no hay un país uniforme sino dos Españas: la oficial —castellana— y la otra —mediterránea, la que paga más impuestos, la que tiene otro idioma, etcétera. Todos esos mapas demuestran esta realidad diferente de la oficial, la de la España dual: iberos-celtas, los que pagan-los que cobran, republicana-franquista… hay consistencia.
— En los últimos meses usted ha estado muy implicado en los procesos de consultas soberanistas. Ahora que ha acabado el proceso, ¿qué valoración hace?
— He estado implicado desde la primera asamblea, y estoy sorprendido aún de los resultados, no tanto por los sies o noes, sino por la participación. Votaron cerca del millón de personas de una población de 7,5 millones, de los cuales tienen derecho a voto unos 3,5. Si descontamos la abstención habitual de esta masa de votantes… que casi 1 millón haya ido a votar es muy fuerte. Y si atendemos al resultado de sies, aún es más espectacular. Me atrevo a decir que ya hemos alcanzado la mayoría de aceptación popular de la independencia. Quien no quiera verlo, que no lo vea.
— ¿Cómo valora el papel que han tenido los partidos políticos en todo el proceso?
— Han ido a rueda de la sociedad civil, claramente por detrás de la iniciativa ciudadana, y en general desconcertados. Creo que es bueno que haya sido así. Los partidos parlamentarios tramitan leyes que regulan la realidad. Si hubieran ido por delante hubieran podido generar situaciones de despotismo ilustrado. Ahora, una vez acabado el proceso, los partidos y las instituciones que regulan legislativamente la realidad del país, no pueden esconderse ni desentenderse de ella. Los partidos se han de poner las pilas y actuar de acuerdo a la voluntad ciudadana.
— ¿Y los políticos?
— De todos ellos, hay dos actuaciones individuales que destaco. La votación de quien durante 23 años abanderó el autonomismo y la gobernabilidad de España —el ex presidente Jordi Pujol—, y el actual President, Artur Mas. Ambos votaron; Pujol por el sí y Mas presumiblemente también. Eso nos dio notoriedad y credibilidad, y nos ayudó al éxito de participación. El caso de Pujol, además, es especialmente significativo, ya que a mi juicio supone un terremoto político de quien creía en un encaje de Catalunya en España y ha dejado de creer.
— ¿Qué papel jugó Òmnium Cultural?
— Òmnium tardó en sumarse al proceso de la consulta de Barcelona, pero cuando lo hizo se añadió de manera entusiasta y firme. Se trata de una entidad con historia, que arrastra a gente más polarizada pero también a gente más moderada, y que debe valorar cada aventura en la que participa. Es normal, es su papel; pero buena parte del éxito de la iniciativa se debe a la participación de Ómnium y de todo el mundo que representa.
— ¿Y ahora qué?
— ¿Ahora? Ahora no va a pasar nada en concreto y va a pasar todo. Que nadie espere una proclamación de independencia desde ningún balcón, ni una ley de ruptura, ni una proclama del Parlament, ni una revolución en la calle, ni una guerra… por suerte. Lo principal ya lo tenemos. Popularmente está aceptado. Ahora sólo cabe esperar. Ya se ha consagrado el cambio de mentalidad. La gente ya está abierta a la pregunta más importante que se puede hacer un país que es la de si quiere ser soberano o compartir su soberanía. A corto plazo no veremos nada diferente, pero a medio y largo plazo nada será igual.
— Y concretamente, ¿qué cree que será diferente en ese medio y largo plazo?
— Una cosa es lo que creo y otra lo que quiero. Lo que creo es que enfrentamos un largo periodo que nos llevará a una crisis con España y que generará una decisión colectiva que complicará esa relación hasta el punto de internacionalizar el problema. Lo que me gustaría es que eso pasara cuanto antes. No por una defensa de la independencia de Catalunya, sino por una defensa de la libertad para que los catalanes puedan decidir su futuro.
— Uno de los requisitos para que a nación alcance la independencia es que sea reconocida por terceros. ¿Qué hace falta para conseguir ese reconocimiento?
— Hay que generar el litigio. Sin violencia, pero hay que generar el litigio. Sin una confrontación política, sin un problema, el mundo no se va a mover por nosotros. Sólo se moverá cuando haya un problema y tenga que intervenir para resolverlo. Si alguien espera que el Europa, la ONU… nos reconozca por somos simpáticos es un ingenuo y corto políticamente. Nosotros tenemos que empujar para que nos reconozcan.
— El líder de UDC, Josep Antoni Duran i Lleida aseguró recientemente que los grandes países europeos nunca reconocerán una declaración unilateral de independencia de Cataluña.
— Duran confunde el futuro con el deseo. Europa ha reconocido estados que dijo que nunca reconocería. El futuro nacional de Catalunya no depende ni de Europa ni de Duran, por suerte. Depende del contencioso y de lo que quiera y decida la mayoría de catalanes. Duran representa la parte más conservadora del catalanismo, y hacia su derecha nos encontramos el autonomismo y luego el españolismo.
— ¿Cómo debería producirse esa independencia?
— De manera democrática. El derecho a decidir viene avalado por la principal premisa que cualquier demócrata defiende, que es la libertad. Primero la libertad para decidir, luego la soberanía. No me gustaría ver una proclamación unilateral del Parlament. Creo que no sería un buen paso. Como tampoco lo es continuar en España porque se limita el derecho a decidir; y esto es lo que pasa ahora.